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¿Qué es la ZAD?

Sábado 4 de junio de 2016

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El texto C´est quoi la ZAD? (¿Qué es la ZAD?) ha sido publicado en enero de 2016 en la página de la Zad de Notre-Dame-des-Landes (http://zad.nadir.org/).

La ZAD de Notre-Dame-des-Landes es un foco de lucha desde hace unos cuantos años1. Posteriormente, otras ZAD se han creado un poco en todos lados. Pero ¿qué es una ZAD? Para muchas de las personas que se han implicado la respuesta podría parecer evidente, pero es una pregunta que no se hace casi nunca. Y cuando se hace, las respuestas revelan ser con frecuencia contradictorias. Por ello, es una pregunta que tenemos ganas de hacer a aquellxs que se reapropian de tal término, y para empezar, a nosotrxs mismxs.

El autor de este texto es un grupo de personas que viven y luchan en la ZAD de Notre-Dame-des-Landes desde hace unos años y que ha decidido dedicar tiempo a reflexionar sobre la cuestión de qué es la ZAD para nosotrxs. Lo que vamos a contar aquí, es nuestra respuesta a esa pregunta: una respuesta subjetiva que no pensamos que sea la única. Nos gustaría que la tomarais como una invitación a haceros esa pregunta con aquellxs con quien compartís trozos de vuestra vida y/o lucha. Esperamos tener ecos de vuestras respuestas, así como tantas definiciones de la ZAD que podría sentar las bases de un movimiento que aún está a la espera de que le demos consistencia.

Hemos tomado como punto de partida de nuestras reflexiones la ZAD de Notre-Dame-des-Landes, aquella que conocemos mejor, pero también la primera que se creó.

La acción directa

Para nosotrxs, uno de los hechos que diferencia la ZAD de otros lugares es que es fruto y apoya la acción directa. Esta última no es necesariamente una acción enmascarada o arriesgada: el hecho mismo de habitar la ZAD es una acción directa, es okupar un lugar donde hay un gran proyecto de infraestructura en el campo. En la ZAD Notre-Dame-des-Landes, la relación de fuerzas es tal, que ha llevado a que la ocupación de tierras se haya convertido en algo “normal”, anodino y que puede tener lugar sin complicaciones.

La acción directa son actos, frecuentemente grupales, para luchar directamente contra una situación que afecta nuestras vidas o las de lxs otrxs, sin pedir a un intermediario (sindicatos, partidos políticos, gobiernos u otras autoridades “competentes”) que intervenga. Por ejemplo, hacer una manifestación contra Vinci (la empresa concesionaria del proyecto de aeropuerto) sería una acción simbólica, pero ir a su sede, bloquear las entradas y que nadie pueda ir a trabajar, se convierte en acción directa. Se puede tratar también de impedir que los bulldozer avancen durante una expulsión o unas obras, ocupar y cultivar un terreno, quemar una prefectura, levantar barricadas en una carretera o plantar un huerto entre cincuenta en un terreno destinado a ser asfaltado. En un mundo que nos llena de impotencia, es una forma de retomar el control de nuestras vidas.

Como nuestros deseos entran en conflicto con los intereses del Estado, la ilegalidad es una realidad aquí y frecuentemente nuestras tácticas son ilegales; la ZAD no hubiera existido nunca dentro de la legalidad. No le reconocemos al Estado la legitimidad de decidir por nosotrxs aquello que está permitido. Aquello que es deseable para el Estado es el control y el mantenimiento del orden, de ahí su interés por prohibir todo aquello que escapa de su dominio. A pesar de ello, este no es nuestro fin. Existe en esta lucha una diversidad de tácticas: recursos jurídicos, sabotajes de excavadoras, resistencias de los habitantes a las expropiaciones de casas y granjas por parte del Estado, expropiaciones a los supermercados, grandes manifestaciones, emboscadas a la policía… Esta diversidad es la fuerza de esta lucha, y que una acción este prohibida o no, no la vuelve más legítima.

Los medios de comunicación hablan frecuentemente de la no violencia y de la violencia asignándoles valores morales: se sobreentiende que la “violencia” es mala, cuando la “violencia” de la que hablan consiste en defenderse frente a la policía o hacer daños materiales. Para nosotrxs, la violencia está del lado del Estado y de los que toman decisiones, a través de la reordenación del territorio, por poner un ejemplo. Por otro lado, al etiquetar a las personas que se rebelan como violentas, se busca desacreditarlas. Pero sabed que una persona puede a la vez dedicarse a la agricultura y enfrentarse a la policía.

Construir otra realidad

Un aspecto importante de una ZAD es la idea de construir otra realidad, en la que somos menos dependientes del Estado y del capitalismo. Vivir aquí quiere decir aprender a arreglárnoslas con aquello que tenemos o encontrar aquello que no tenemos sin apoyarnos en profesionales o expertxs. No llamamos a un/a electricista por un problema porque si tenemos electricidad, no es legal, ya sea porque la producimos nostrxs mismxs o ya sea porque la hemos pinchado. Para algunxs, tiene importancia política el hecho de saber cómo construir nuestras casas con aquello que encontramos en las basuras y arreglar todo con hilo agrícola azul. Para otrxs, se trata de dedicar tiempo a conseguir los medios para cortar madera y elaborar nuestras vigas para construir. En todos los casos, aprender a ser más autónomxs en temas prácticos, es defenderse contra un sistema que nos quiere dependientes. No se trata de que cada persona sepa hacer todo, sino de ayudarnos entre nosotrxs y compartir nuestros conocimientos y recursos para arreglárnoslas juntxs.

Habitamos a diario en la zona e intentamos crear el nivel de confort que necesitamos para sentirnos bien. Esto va ligado también al deseo de proyectarse en el largo plazo, de habitar en permanencia aquí. Para mucha gente, la ZAD nos es solo una acción directa o una forma de mostrar sus ideales; es también su vida y su hogar. Sabemos que nuestras casas y nuestros huertos podrán ser destrozados, y que quizás nos veamos forzadxs a irnos, pero vivimos y nos organizamos también como si pudiésemos quedarnos aquí todas nuestras vidas: no queremos dejar de hacer cosas por el riesgo de que nos puedan expulsar.

No estamos simplemente contra el gobierno, queremos también crear algo que nos convenga mejor. La ZAD es un lugar que es gestionado por las personas que viven y que deciden lo que en él pasa: el Estado ya no tiene nada que decir. Del mismo modo, no queremos seguir las reglamentaciones oficiales para la construcción de nuestras casas, queremos decidir todo, y también aquello que concierne nuestra forma de organizarnos

Una comunidad abierta

Aquellxs que viven y luchan en la ZAD comparten una serie de vivencias comunes: habitar un mismo espacio, exponerse a peleas cuando la policía u otros fachas en ciernes vienen a dar una vuelta, frecuentarse en el día a día. Existe también una solidaridad y una ayuda mutua diarias, ya sea echando una mano, prestando aquello que el/la vecinx no tiene, compartiendo lo que se cultiva o recicla, etc. Todo esto suele ir acompañado de broncas, pero liga a pesar de todo a lxs habitantes de la ZAD. Es de tal forma, menos por elección por el hecho, una forma de comunidad.

La ZAD no es por ello menos abierta. Cada unx puede, si lo desea, venir a pasar algunos días o semanas. No todos los colectivos de vida van a abrir necesariamente sus puertas de par en par, pero la ZAD en su conjunto es accesible a cualquiera, incluso aunque no conozca a nadie y provenga de otra cultura. No suele ser fácil acceder a las okupas o los grupos que hacen acciones directas (porque son grupos de amigxs o por razones de seguridad, por ejemplo). Una de las fuerzas de la ZAD es ser una puerta abierta hacia otras posibilidades de vida o de lucha que aquellas que impone el modelo socioeconómico dominante. Desempeña así el papel de momento o lugar de encuentro que suelen tener los movimientos sociales.

La ZAD agrega un motón de personas procedentes de mundos muy diferentes: de ambientes militantes o activistas, que han crecido en las cercanías, llegados de okupas de ciudad, que vivían en la calle, del mundo campesino, que han dejado su trabajo asalariado, o nada de todo esto, es un gran caos, pero también y sobre todo, una gran riqueza. Mientras que este mundo trata de aislarnos, compartir un espacio y funcionar con todo tipo de personas es ya una victoria que nos inspira.

Esta apertura y esta diversidad hacen de la ZAD un lugar de encuentro, una encrucijada de luchas: nómadas que crean vínculos entre muchísimos lugares y se codean con personas enraizadas que llevan a cabo proyectos a largo plazo; personas que encuentran un lugar estable a partir del cual toman riesgos en otros lados, grupos ya constituidos que se dan cita, desconocidos que tejen complicidades.

Pero la ZAD también está anclada en el territorio: el vínculo con los habitantes “históricos”, aquellxs que ya estaban aquí antes del proyecto y que se han opuesto lxs primerxs, es una de las grandes fuerzas de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes. Es un grupo de habitantes que resistían quien hizo la llamada a la ocupación, a la cual personas llegadas de más lejos respondieron. Estos vínculos, esta ayuda mutua, o esas broncas que se comparten en la ZAD implican también a los habitantes “históricos”, de la ZAD o de un poco más allá. Lxs ocupantes vinieron de forma progresiva reforzando una lucha local que existía desde hace muchos años.

Ideas compartidas

Detrás de nuestras formas de vida, de luchar, o de construir nuestras relaciones, hay algunas ideas que nos parecen ampliamente compartidas. No nos hemos puesto nunca todxs de acuerdo sobre ellas, pero algunas nos parecen estar muy presentes como ideales a los que aspiramos.

Al oponerse a un proyecto de aeropuerto, luchamos en el fondo contra la ordenación del territorio, es decir, el hecho de que la vida de las personas esté decidida por adelantado por ingenierxs y arquitectxs que van a imponer a lxs demxs dónde se situarán comercios, viviendas, aeropuertos, etc. Quieren espacios donde todo esté controlado, vigilado y planificado. Desde sus inicios, el movimiento de ocupación ha luchado no solo contra el proyecto de aeropuerto, sino también contra la lógica de gestión de lxs poderosxs.

En el mundo de los habilitadores, la mayoría de los intercambios se hacen por medio del dinero. El sistema en vigor hace enriquecerse a algunxs privilegiadxs empobreciendo a todxs los demxs. Deseamos a la vez derrumbar este sistema y crear intercambios que no estén basados en el dinero.

Más en general, aspiramos a apartarnos de las lógicas de dominación que dan más valor y poder a ciertas personas más que a otras: con o sin papeles, hombres o mujeres u otrxs, personas blancas o no, heterosexuales, homosexuales u otrxs, “francesxs” o extrangerxs. Estas desigualdades existen también en la ZAD, pero hay intentos de volverla más habitable para todxs.

Por último, no reconocemos al Estado ni a nadie la autoridad de decidir lo que tenemos que vivir. Tratamos de organizarnos para la vida y la lucha en la ZAD sin jerarquías, dando el mismo poder a cada unx. No es algo que marche sobre ruedas, sino más bien debates y una búsqueda permanente.

Un movimiento que se expande

Después de la operación Cesar2, muchas energías han convergido hacia la ZAD de Notre-Dame-des-Landes. Muchxs de entre nosotrxs hemos tenido ganas de que esta energía no se focalizase en Notre-Dame-des-Landes. Hace pensar en un rizoma, donde esta energía se concentrara, se cruzara, se despertara aquí para luego alimentar la lucha como una proyección. La idea es que las personas que luchan en su región contra proyectos de infraestructura, de metrópoli, de reordenación del territorio, pudieran utilizar la ZAD como un ejemplo: como una idea, una imagen, que permita saltarse una etapa, aprovechar la mediatización de esta lucha, y acortar camino en vez de tener que explicar un montón de conceptos abstractos. Que “la ZAD” forme parte de un imaginario compartido ampliamente, ayuda enormemente, ayuda a muchas personas que quieren actuar localmente contra las mismas fuerzas y a su manera. Esperamos que contribuya a romper la imagen de una sociedad dicha democrática, y que seamos numerosxs a luchar, por todos lados.

Hay condiciones reunidas aquí, como las pocas intervenciones policiales o estatales, los terrenos cultivados o el deseo de vivir sin jerarquías, que son poco corrientes. La vida que se crea a partir de esta intersección de condiciones, da una idea entre millones más, de otras posibilidades de futuro. No es un escaparate alternativo –porque no creamos una ZAD para demostrar nada– sino una experiencia concreta de organización de nuestras vidas por nosotrxs mismxs.

La idea de la ZAD parece tener la fuerza de aunar, de federar grupos e individuos en dinámicas de lucha. Un movimiento de ZAD parece que se está creando un poco en todos lados –Roybon, Testet, Agen, Echillais, Oléron, y constantemente alguna nueva… Pensemos en las trampas que se presentan corrientemente: la actuación de partidos políticos que maniobran en este movimiento de oposición con fines políticos, la idealización de un “modo de vida zadista” desprovisto de convicciones políticas, la criminalización de movimientos que vacían sus actos de contenido, o aún las peticiones a lxs opositorxs de proponer una alternativa viable. Aquello que impide una puesta en cuestión global y reduce cada problemática a cuestiones técnicas o jurídicas… Es hora de que pensemos juntxs aquello que tenemos para impedir la despolitización y la recuperación por parte del Estado y sus esbirros, para construir una identidad de lucha revolucionaria.

Algunxs ocupantes de la ZAD de Notre-Dame-des-Landes,

julio-agosto 2015.

Texto traducido del francés a partir del fanzine publicado por Tout mais pas l´indifférence. Tmpli@riseup.net.

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